"Había una vez una chica que no dejaba de encontrar problemas en todo lo que intentaba. Todo eran inconvenientes y obstáculos que saltar y esquivar. Cuando conseguía saltar uno, siempre se encontraba otro. La verdad, ya estaba bastante cansada de intentarlo una y otra vez.
Un día, hablando con su padre, le confesó que estaba harta de intentarlo sin parar y encontrarse siempre con trabas. Se acabó; tiraba la toalla, se rendía...
Su padre, que era cocinero, entonces la cogió de la mano y la llevó a la cocina. Cogió 3 cacerolas y puso agua a calentar en cada una de ellas. Cuando el agua rompió a hervir, echó en la primera una zanahoria, en la segunda un huevo y café en la tercera.
Esperaron los reglamentarios 20 minutos, el hombre apagó el fuego y sacó cada cosa para ponerlas sobre una fuente. Entonces preguntó a su hija:
- ¿Qué ves ahora?
- Lo mismo que antes, papá: una zahanoria, un huevo y café.
-Fíjate bien. Hemos hecho que las tres cosas se enfrenten a la misma adversidad; agua hirviendo. Sin embargo, cada una se ha comportado de una forma diferente:
- La zanahoria entró en el agua dura y fuerte y ha salido blanda y floja. Si la tocas con el dedo, se romperá.
- El huevo entró, aunque dentro de su cáscara, blando, líquido y frágil. Y míralo ahora; bajo la misma cáscara no se rompe como antes, pero sigue siendo fágil.
- El café ha conseguido "domar" a la adversidad, transformándola hasta convertirla en lo que él es: café.
Piensa, hija, de qué forma quieres enfrentarte a los problemas y hallarás la fuerza para continuar. No te rindas, todo depende de ti..."
Con todo mi cariño, para los que se hacen fuertes día a día a base de saltar obstáculos.
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